11 de juliol, 2007

Woodthorpe Sauvignon Blanc 2003


Te Mata Estate, con sus viñedos alrededor de la bahía de Hawkes, es la bodega más antigua de Nueva Zelanda (desde 1890). Instalada en la costa este de la isla, sus cepas acogen una gran variedad de uvas, con predilección por la syrah, la cabernet y la merlot, entre las tintas; y por la chardonnay, la viognier y la sauvignon blanc, entre las blancas. Sus vinos de pago más identificables son los que proceden de los viñedos de Woodthorpe y los que más me apetece tomar a mí en esta época son sus blancos. Woodthorpe se encuentra a cierta altitud, con las cepas mirando hacia el norte y en terrazas junto al río que desciende a la bahía. Sus suelos, arenosos y de fácil drenaje, y su clima, fresco y húmedo, hacen del lugar un emplazamiento ideal para la sauvignon blanc.

Este Woodthorpe, que ha sido fermentado a temperatura controlada y ha permanecido con sus lías por tres meses, es un vino que, en principio, la bodega produce para un consumo a lo largo de los dos años siguientes al de su embotellado (agosto de 2003). Tiene una acidez en tartárico elevada y un PH bajo (12,5% de alcohol) con lo que, pensé, también podría haber aguantado con dignidad un poco más en la botella. Y creo que acerté comprando (sobre los 20 euros: ¡no es barata, no, esta importación!) y degustándolo ahora. Hay que servirlo entre 9 y 10 ºC. Presenta un color amarillo bastante intenso, casi de trigo maduro y es glicérico, con cuerpo y cierta densidad en copa. Sus aromas más destacados (estoy convencido de que nada tienen que ver, ni tan siquiera el color, con lo que hubiera sido una degustación en 2004) son los de la uva moscatel dulce (pirazinas naturales!), con un muy agradable contrapunto de fruta, entre el cítrico del lichi y el trópico de la piña y el kiwi. En boca se muestra todavía con nervio, fresco y con un punto de verdor apreciable. A pesar de los años y de que a momentos parece un vino "delgado" (algo plano) en boca, acaba desarrollando, con más temperatura, buenas cualidades en el trago. Es caso goloso. Unas horas después de abierto, muestra nuevos aromas de albaricoque maduro, con un posgusto que se mueve entre los anisados y la creme brulée. Es un vino que me ha gustado y con el que he disfrutado. Si su precio fuera más razonable o sus añadas llegaran con mayor prontitud, sería una buena opción a tener en cuenta junto con otros sauvignon blancos más cercanos.

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