16 de març, 2008

Cádiz



Días de descanso entre el Marco de Jerez y la Bahía de Cádiz. Tierra de privilegio, tierra de ensueño para quien ama el buen comer y el mejor beber. Momento llegará para comentar alguna de las cosas que hayamos podido hacer. Hoy quiero concentrarme en la ciudad de Cádiz. Tarde de vigilia, tarde de preparativos para las primeras procesiones de Domingo de Ramos. Tarde de agradable temperatura, de cálida luz y de cielo deslumbrante. Cádiz me atrae por variedad de cosas, pero las que más son tres y dos de ellas las recoge esta sobrecogedora fotografía de bitacora1967: la calidez de su luz y de su cielo en los tránsitos de estación (de invierno a primavera y de otoño a invierno) es una de ellas. Su catedral, trasunto hispano que transita de Bramante a Borromini, es la segunda. Parece levitar cuando la baña la luz de poniente: hoy hemos entrado en ella a las cinco de la tarde y la calidez que filtraban los rosetones, la atmósfera que creaba, nos ha conmocionado por su belleza. La tercera son sus plazas. Cádiz vibra en sus plazas, la vida surge de las callejuelas del casco histórico y explota en ellas, con la misma alegría que las burbujas desbordan la copa: la plaza de las Flores, la de la Candelaria, la de San Francisco, la de San Antonio, la de la Catedral, y mi preferida, la del Mentidero (uno que es frívolo "colecciona" "plazas" triangulares que ha ido conociendo con los años...). Cádiz revienta bajos los naranjos en flor y los mirlos en cortejo. Cádiz: hay que vivirla. No os la perdáis.

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