
Gilles Vergé, en Le vin naturel, ofrecía una buena definición de qué es un "vino natural". Superemos la fase de sorpresa de los que piensan que cualquier vino, por el hecho mismo de serlo, ya es "natural", y vayamos a la tradición francesa del "vin naturel", que viene de muy lejos y que busca la más pura expresión del fruto de la vid en su terruño. ¿Cómo? 1. Los vinos naturales son lo más alejado que os podáis imaginar de la homogeneidad y la estandarización. No exagero: en el último año habré probado no menos de cuatro botellas del Blancas Nobles de Manuel Valenzuela, pionero del asunto en España, y os aseguro que no salen dos botellas iguales (misma añada, por supuesto). 2. Los vinos naturales proceden de viñedos donde se respeta a la naturaleza y su trabajo. No hay pesticidas aquí, ni insecticidas ni productos químicos. 3. Los vinos naturales se hacen tan sólo con levaduras autóctonas y sin ayudas externas. Por ello, sus fermentaciones suelen ser lentas y bastante impredecibles. 4. Los vinos naturales no llevan sulfitado inicial añadido. Si se les pone, siempre es en la mínima expresión posible. A veces se malinterpretan los aromas producto de esta decisión: si no hay sulfitado inicial, la fermentación alcohólica es bastante más lenta al inicio y aumenta el nivel de SO2 combinado, que se produce de forma natural en ella. Los vinos naturales pueden tener sulfitos, pero estos suelen son propios de la fermentación, naturales, no añadidos: esto ya se está reflejando en sus etiquetas. Este echo hace que las características organolépticas de estos vinos sean muy especiales y no siempre asumibles: hay que tener la mente abierta, aquí, e intentar entender lo que el viticultor te está proponiendo porque, en mi opinión, este SO2 huele de forma especial y tiene efectos antioxidantes sobre el vino distintos.
Los vinos naturales son hechos por personas entusiastas, por personas que creen ciegamente en lo que hacen, por personas que trabajan a diario el viñedo y que intuyen cómo pueden ir las cosas en la bodega. Sus vinos están vivos y nunca salen igual. Ellos asumen este riesgo, por supuesto, no siempre con alegría porque viven de ello. A veces la técnica les funciona y aquello que buscaban sale a la perfección. A veces la suerte les sonríe y aquello que perseguían no se consigue, pero el vino sale por otro sitio y éste todavía les gusta más. Hay emoción, aquí, descubrimiento y riesgo y no todo se puede o se quiere controlar. A veces hay que mandar a la vinagrera barricas enteras...y entonces llega la desesperación y el cabreo. La gente de los vinos naturales tiene un brillo especial en los ojos, la piel quemada por el trabajo al aire libre y las manos rotas. Transmiten entusiasmo y amor por lo que hacen y hay que acercarse a ellos y a sus productos sin complejos y, sobre todo, sin apriorismos en la cabeza. Sólo así se apreciará el esfuerzo hecho y, sin duda, se encontrarán un montón de cosas dignas de ser conocidas y bebidas con las mismas ganas y pasión que sus creadores han puesto en su trabajo. Las características de estas vinificaciones hacen que cuando encuentras una botella buena y que te gusta (y eso pasa con mucha más frecuencia de lo que la gente cree), casi puedes pensar que es una botella única porque nadie te garantiza aquí que todas las botellas saldrán clónicamente iguales.
Los vinos naturales son hechos por personas entusiastas, por personas que creen ciegamente en lo que hacen, por personas que trabajan a diario el viñedo y que intuyen cómo pueden ir las cosas en la bodega. Sus vinos están vivos y nunca salen igual. Ellos asumen este riesgo, por supuesto, no siempre con alegría porque viven de ello. A veces la técnica les funciona y aquello que buscaban sale a la perfección. A veces la suerte les sonríe y aquello que perseguían no se consigue, pero el vino sale por otro sitio y éste todavía les gusta más. Hay emoción, aquí, descubrimiento y riesgo y no todo se puede o se quiere controlar. A veces hay que mandar a la vinagrera barricas enteras...y entonces llega la desesperación y el cabreo. La gente de los vinos naturales tiene un brillo especial en los ojos, la piel quemada por el trabajo al aire libre y las manos rotas. Transmiten entusiasmo y amor por lo que hacen y hay que acercarse a ellos y a sus productos sin complejos y, sobre todo, sin apriorismos en la cabeza. Sólo así se apreciará el esfuerzo hecho y, sin duda, se encontrarán un montón de cosas dignas de ser conocidas y bebidas con las mismas ganas y pasión que sus creadores han puesto en su trabajo. Las características de estas vinificaciones hacen que cuando encuentras una botella buena y que te gusta (y eso pasa con mucha más frecuencia de lo que la gente cree), casi puedes pensar que es una botella única porque nadie te garantiza aquí que todas las botellas saldrán clónicamente iguales.
Todo esto que acabo de describir se reunió, en una tarde explosiva, de grandes sensaciones y vibraciones, en L'Ànima del Vi, donde Benoît Valée invita a reencontrar el sentido de beber vinos naturales (sobre todo de España y Francia) y donde concentró, en Naturala Vinis, a una buena selección de este tipo de producción. Manuel Valenzuela de Barranco Oscuro; Laureano Serres, de L. Serres Montagut; Joan Ramon Escoda, del Celler Escoda-Sanahuja; Jordi Sanfeliu, de Ecosetrill; Ramon Saavedra, de Bodega Cauzón y Antonio Vílchez, de Naranjuez: apasionante diálogo entre Andalucía y Catalunya que dio momentos de gran esplendor. De entre mis notas, os pido tan sólo que prestéis atención a algunos de estos vinos: no puedo hablar de todo lo probado y hay que dejar margen, también, a que cada cual descubra sus cosas. De Joan Ramon Escoda destacaría su La Llopetera 2005, un monovarietal de pinot noir, con un cuerpo redondo y unos aromas discretos pero que enamoran. Me impresionó. Como lo hizo la pureza expresiva de la tempranillo del Casa Pardet tempranillo 2007 de Jordi Sanfeliu, de una fragancia que atrapa (Manuel alucinaba con esa fruta). De Laureano Serres destacaría su maceración carbónica Mendall 2007, de cabernet sauvignon, y su impagable Txanaguer bateana dolç 2006, hecho con garnacha peluda (pensad en un amarone della Valpolicella hecho en el Montsant: no os digo más). De Ramón Saavedra me impactó de veras su Cauzón Blanco 2006, un ensamblaje de chardonnay, viognier, sauvignon blanc y torrontés que me deslumbró, en nariz y en boca. De Antonio Víchez me gustó mucho el trago y los taninos de su Naranjuez 2005, un vino que casi parecía borgoñón. ¿Y qué decir de Manuel Valenzuela? De su Blancas Nobles ya he hablado aquí y su Xarab 2005 es un vino que hay que probar, sin más. Su 1368 2002 es un vinazo, ensamblaje de garnacha, CS, syrah, merlot y CF, amplio, carnoso, adecuado para grandes platos de caza.Para suerte de los que viven en Barcelona o pasen por ella, algunos de estos vinos se encuentran en la tienda de Benoît Valée: como se diría en su tierra, "ça mérite un détour!" y hay que hacer el esfuerzo de conocer este tipo de vinos y disfrutarlos tanto como los surgidos de cualquier otro tipo de bodega y de planteamiento. Los vinos, hay que probarlos y, después, hablar de ellos. Estos, también.
Las dos primeras fotos son de viñedos de Barranco Oscuro (de su página web); la tercera, de Ramón Saavedra (de la web de Vinos Singulares).
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