
Con esta palabreja, quiero recordar que Italia es un país que vive en una zozobra casi permanente. Uno diría casi que Italia, a la que todos sabéis que llevo en el corazón, sobrevive a pesar de sus políticos y de no pocos empresarios ligados a Dios sabe qué oscuros intereses. Hace años los escándalos relacionados con el pago de comisiones para realizar obras públicas o para conseguir contratos con el estado o las regiones autónomas, hicieron añicos la credibilidad del sistema público. Todos tenemos ejemplos en la cabeza sobre sucesos de este tipo, ciertamente no sólo en Italia. Todo esto viene a cuento porque quienes amamos a este país, a sus gentes, a su cultura y, claro, también a sus vinos, no salimos de la consternación y del asombro por lo que se ha bautizado ya como "Brunellopoli". Franco Ziliani, en una serie importante de artículos aparecida en los últimos días en su
blog, pero también otros colegas italianos (
Aristide, Roberto
Giuliani,
VinoPigro entre los más destacados) o
americanos, han reflexionado y puesto encima de la mesa, el escándalo destapado por L'Espresso. Dicho en pocas palabras: el reglamento de la DOCG Brunello di Montalcino dice con meridiana claridad, entre otras cosas, que este vino sólo puede aparecer con este nombre como monovarietal de Sangiovese,

mientras que algunas de las más importantes bodegas de la DOCG fueron "pilladas" con variedades no permitidas en un producto final que
NO puede ser un ensamblaje. No existen ensamblajes (léase "coupages") en la DOCG Brunello di Montalcino, por decirlo claro. Podéis preguntaros sin más que qué importancia tiene esto. Y yo os contestaré que ninguna, siempre que se respeten las reglas del juego. Si una bodega de Montalcino quiere poner merlot o cabernet sauvignon a su sangiovese, que se salga de la DOCG Brunello di Montalcino y venda su vino bajo otra etiqueta. Lo grave para mí es que, una vez más, se está defraudando al consumidor que compra algo en la confianza de que no se le engaña, cuando la realidad es bien otra. Franco y Roberto dan, en mi opinión, en el clavo. Lo que se está persiguiendo es montar un escándalo público que permita argumentar una modificación del reglamento de la DOCG. La particularidad de la sangiovese y del Brunello di Montalcino es que depende, y mucho, del terruño donde se cultiva y de la habilidad del viticultor y del enólogo. Es la uva más plantada en Italia (un 11% de los viñedos) y conseguir darle un toque distintivo a base de monovarietal no es sencillo. ¿Estrategia? Se monta un gran escándalo público a base de falsificaciones pilladas in fraganti, se airea convenientemente justo antes (¡qué casualidad!) de Vinitaly (la feria más importante del vino en Italia) y los voceros de turno (ya desenmascarados por Franco) salen de inmediato para defender que el camino es cambiar el reglamento y permitir la presencia de otras cepas en los vinos de la DOCG. Es evidente que no quieren perder el nombre de la marca y del prestigio del Brunello di Montalcino. ¡Pero lo quieren para vender vinos que no son Brunello di Montalcino! En mi opinión, éste es el camino más equivocado posible. Es el camino, sin más, que lleva (Roberto dixit) a la aparición de la DO Italia. Un puro desastre para un país que se puede enorgullecer de haber sabido preservar más variedades de uva auctóctonas que ningún otro en el mundo.
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