14 d’octubre, 2008

Iberoamérica en cata #12: un vino de otoño


El otoño es una estación que me gusta. Creo que una parte de este querer ha ido creciendo con la edad: no me recuerdo, de niño o joven, expectante ante el otoño, más bién al contrario, me veo mosqueado porque había que dejar las chanclas, la bici, el bañador y el dolce far niente; o bien, inquieto y nervioso ante un nuevo curso y sus renovadas obligaciones (¡cada vez mayores también!). Con los años, le he encontrado su qué a la caída de las hojas, a la calidez de sus colores, a la llegada de cielos más limpios y puros y, por qué no confesarlo, a unas temperaturas que me permiten acoger vinos distintos a los más veraniegos. Me dejo envolver por esta sensación de recogimiento y, esté donde esté, si palpo y huelo otoño, me siento como en casa. No soy de los que piensa, por lo demás, que sea la estación de la decrepitud y la podredumbre. Si así fuera, tampoco me disgustaría: algunos de los momentos de mayor placidez en mi relación con el vino, los asocio al olor del humus en el bosque otoñal, a la aparición de las setas más sabrosas, al musgo...

Pero es que, además, desde que vivo las estaciones al socaire de mi pasión por el vino y el viñedo, sé que el otoño es la estación en que todo culmina y, al mismo tiempo, un nuevo ciclo empieza: vendimia en la zona que más frecuento (el Priorat), uva en la bodega, fermentación, nacimiento del nuevo vino. El otoño es, también, una estación de alegría y de punto de partida. Así es, amigos, que tenía dos posibilidades ante mí: escoger un vino que definiera este segundo estado de ánimo, u otro que me acercara a aquél primero. Ha ganado el recuerdo de una botella que tenía guardada desde hace unos meses y que se acerca con claridad al primer ámbito. El Moscato Passito 2006 de Cantine Viola es un baluarte de Slow Food, un tipo de vinificación calabresa que estuvo a punto de desaparecer, por lenta y costosa, y que esa acción ha ayudado a preservar. Es un vino IGT de Calabria que se conoce como "moscato di Saracena" (por el nombre del pueblo calabrés donde se concentra su producción), y se hace con malvasía, garnacha blanca, odoraca y moscatel autóctono de Saracena.

Las tres primeras variedades se vendimian en su punto y se vinifican por separado de la moscatel, que se recoge y se deja pasificar, lejos de la planta y a la sombra, durante dos-tres semanas. La concentración de azúcares de la moscatel Saracena y su larga fermentación acaban produciendo un vino que se ensambla con las otras variedades y se deja madurar en roble por lo menos durante seis meses.Este 2006 llega con 14% y conviene tomarlo sobre los 10ºC. La foto da toda la información sobre el color, pero me gusta darle palabras. Éste lo he visto, según le diera más o menos luz, entre el ámbar oscuro, la miel de castaño reciente y el cobre, siempre brillante. Sabe y huele a hojarasca de otoño (¡claro!), a miel de azahar, a confitura de naranja (¡no amarga!) a higos pajareros y, tras el trago, glicérico y untuoso, a pan de higos. Con un poco más de temperatura asoman pasas de Corinto bien maceradas, aguardiente de cerezas y una punta de madera. Esa traza me ha encantado, al final: la madera cortada, que ha reposado casi a la intemperie, ha recibido agua, frío y sol, antes de consumirse en las brasas del hogar. A eso sabe este vino, a sol tibio de otoño y a larga sobremesa a la lumbre del hogar. Otoño, en casa de nuevo.

Este vino se puede comprar en la Enoteca d'Italia. Como casi siempre, no anoté su precio pero creo que anda sobre los 30 y pico. No es un vino barato, pero la experiencia merece la pena.

La foto de portada es una cepa en el otoño del Priorat, obra de Rafael López-Monné, publicada en la p.61 del libro Priorat. El territorio y el vino de la DOC Priorat, Lunwerg Editores, Barcelona, 2004.

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