
"Una giornata particolare" fue la que viví el pasado 18 de febrero en el indescriptible Monvínic. Acéptese, lo ruego, la paradoja porque, claro, voy a escribir y describir nuevas emociones en este espacio realmente único. El pretexto (no me hace falta, la verdad, para pasar grandes ratos en este local) fue la llegada a la ciudad de mi amigo Mike Tommasi, de The Wine Blog. Como en otras ocasiones, nos conocimos en la red y cuando nos encontramos, congeniamos mucho. Es hombre que sabe mucho, mucho de vinos, que ha probado todo y conoce todo en Francia e Italia, en Canadá y en los EUA y que cada día tiene mayor curiosidad por las cosas de España y de Catalunya en particular. Él ha escrito ya su crónica de la cena/homenaje que nos dimos en Monvínic, y ahí lo dice todo, pero yo también quiero hacer algún comentario. Y quiero hacerlo porque si bien he dado mi opinión varias veces sobre cómo veo, en el panorama actual, de lugares públicos dedicados al vino el espacio Monvínic (es único, sin más), pude contrastar con Mike, quien literalmente viaja cada semana alrededor del mundo, que es, también, único en un ámbito mucho más amplio que el catalán o el español. Eso, sin más, hace que me sienta afortunado: ¡vivo apenas a 15 minutos del lugar!
Pero hay una segunda, y muy poderosa razón, por la que quería escribir sobre la cena en Monvínic. Lo tengo como a mi espacio "particular" de degustación (normalmente, porque voy solo, a medias copas), y todavía no me había atrevido a probar la cocina de Sergi de Meià que, se quiera o no y tal y como se plantea el lugar, es una pieza esencial del entramado. Puedes prescindir de él, claro, pero si en un concepto de local como éste la cocina no está a la altura, mal vamos. Y esperé a unos meses de rodaje. Creo que acerté. Una persona que viene de fuera, además, veneciano de nacimiento, francés de adopción, canadiense de vivienda y ciudadano del mundo, me ayudó mucho a comprender el valor de lo que hace Sergi de Meià. Lo más importante: no hay que dejarse "engañar" por la decoración o el ambiente, cool/frío/tecnólogico, aunque el suelo se revista de cálida madera. La cocina de Sergi es, literalmente, una cocina casera, donde reinan los productos del momento estricto y de procedencia muy identificada y concreta. Sergi sabe qué compra, dónde lo compra y por qué lo hace. Si te dejas, además, te lo explica con una pasión y un entusiasmo que uno agradece. Su cocina está repleta de pequeños guiños locales y de un gran sentido de la conservación de los sabores de siempre. También me agrada su pasión por las verduras, todas, y sus texturas, sabores y colores. Le encanta jugar con ellas. Quién lo diría en un ambiente así, ¿verdad?
Reconozco que disfruté mucho. Guiados por las siempre sabias elecciones de Cèsar Cánovas y los comentarios suyos y de Antonio, pasamos un rato de los buenos: un aperitivo de garbanzos de l'alta Anoia con sepia; unos entrantes de alcachofas del Prat en dos texturas, aceite y balsámico y unos guisantes de Llavaneras tremendamente frescos, rehogados y con cebolla. El aperitivo lo tomamos con un von Kesselstatt Scharzhofberger 2006, algo evolucionado en color, pletórico, vibrante, muy activo en paladar y con un mínimo de azúcar que tan sólo "falló" con la alcachofa. Combinamos, después, con uno de los albariños que nos enamoran (a Cèsar y a mí y, hasta donde llevo leído, a cuantos pasan por aquí), un Zárate tras da viña 2005. Con los guisantes estuvo, como se diría en Italia, estrepitoso, extraordinario. Por primera vez desde que lo bebo, "chardoneó" algo al principio (aire de quicos ahumados), pero al poco sacó su musculatura, su acidez, al mismo tiempo su delicadeza. Enorme el conjunto. De segundo, cayó el pescado del día, un fresquísimo, entero, muy al punto de cocción gallo de San Pedro, acompañado de verduras y de setas saltadas. Aquí casi dimos un salto en el vacío, por lo menos para un veneciano: le pusimos una manzanilla pasada de Barbadillo, saca de octubre de 2007. Mike alucinaba de cómo se complementaron la sencillez y fescura, sabrosa entereza, del pescado, con la complejidad absoluta de la manzanilla pasada de Barbadillo. Ese punto de oxidación, ese dejar atrás el velo en flor, esa complejidad que no deja de evolucionar, podrían haberlo llenado todo, nariz, papilas, cerebro...por aquí, los amantes de los vinos del Marco ya estamos acostumbrasdos a usarlo a lo largo de toda una comida, pero en el resto de Europa hay mucho que explicar todavía sobre el concepto...Cèsar acertó rotundamente proponiendo esa combinación, y el gallo y la manzanilla pasada hicieron gran pareja.Rendidos ante la evidencia de que la cocina de Sergi de Meià ha encontrado un ámbito único donde desarrollarse (el de las miles de combinaciones con los vinos de Monvínic y con la sabiduría de quienes gestionan su carta), detuvimos nuestra velada en unos delicados petit fours, de los que Antonio nos reclamó especial atención para el bombón central. Se trataba, vaya, de una ganache de chocolate infusionada de fresco romero que nos dejó el paladar con necesidad imperiosa de terminar con un postre de los de verdad: ¡Don PX 1979 de Toro Albalá! Una copa de este px vale para mil postres, pero con el chocolate al romero, buffff...chocolate de nuevo en el vino, yodo, alcohol y balsámicos a partes iguales, higos y café, largo larguísimo el vino. Fue un enorme epílogo a una jornada muy especial, particular, donde, con todo, lo mejor fue lo que no puede salir aquí: la charla, la acogida, la amabilidad de todo el equipo de Monvínic, en sala, en bodega, en la cocina, esa disposición a compartir, a explicar, a abrir botellas, a comentar, a explicar los secretos de la receta, que no son otros que el producto...nuestra primera experiencia con Sergi de Meià y sus compañeros de cocina y la continuación de las que ya llevo con Cèsar, con Isabelle y el equipo de bodega de Monvínic fue, de nuevo, de primer orden.
Las fotos de esta entrada proceden de Neo 2.
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