No salió la cosa como esperaba, la verdad. Quien lee este cuaderno sabe que digo lo que siento, huelo y pruebo, para bien y para mal. El moscatel viejísimo que me pasó Chano Aragón salió con un deje de hierbas medicinales poco franco, muy alcohólico y bastante quinado. Tengo que volver a probarlo de otra botella. Si quiero "resurrección", pienso, recurro a otro moscatel, también de la mejor tradición vinícola del Marco de Jerez. Puede que el moscatel, dentro de los vinos del Marco, sea el que menos se identifique con esta tierra, donde la palomino fino y la pedro ximénez reinan sin discreción. Pero uno tiene una flaca por la moscatel, sea de donde sea, y ese procedimiento de la uva moscatel "asoleá", con ese mosto tan concentrado en azúcares y, al mismo, con una acidez notable, produce vinos importantes, vinos muy viejos, sí, pero frescos al mismo tiempo. El mejor de ellos, hasta lo que llevo hoy probado, es el moscatel Toneles, de Valdespino. De él escribí: "ese color cercano a la pez con puntas yodadas tiñe la copa de noche cuando rompe en madrugada...se le unen aromas de chocolate amargo con dejes de vainilla, cafés torrefactos, sabroso tabaco maduro y compota de frutos negros." Mi último trago salió más fresco y vital que nunca, más cítrico y anaranjado, casi como si ese moscatel que fue, esa rosa, ese azahar, se hubieran apoderado para siempre de la solera casi centenaria. Si resucito algún día, quiero que mi primera copa sea venenciada directamente del tonel, en la bodega de Valdespino, en Jerez de la Frontera. Qué menos si uno llega a eso...Esta foto de Domingo de Resurrección está hecha en Cabra (Córdoba) por Javier Fernández.
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