
Las últimas semanas me han permitido (¡gracias, dioses, por montarme unos planes tan interesantes!) comer dos veces en el restaurante La Cooperativa, de Porrera. Había oído hablar de él pero no había parado nunca. Mal hecho, muy mal hecho: cúanta ocasión desperdiciada...He hecho las paces, vaya, y me he quedado tranquilo, además, conmigo mismo. El Priorat tiene muchos sitios interesantes, pero confieso que cada vez le descubro más gracias a ese trozo que es, casi, el centro físico de la comarca, los montes y viñedos que van de Torroja a Porrera y se articulan en el triángulo que forman los ríos Cortiella y Siurana. Algunos de los viñedos y vinos más interesantes de la DO se hacen aquí, la variedad de suelos y de microclimas es importante y una de las formas rápidas y sabrosas de entrar a la complejidad del asunto es parar en La Cooperativa.

Porque Litus lo sabe todo de los vinos de la DO, porque los tiene todos, los vende todos (su tienda tiene precios y tesoros de vértigo), los ha probado todos y Mia sabe muy bien qué ponerles a cada uno de ellos. Uno se siente allí muy bien acogido, casi como en casa de amigos. Ambiente amable, sinceridad a espuertas, naturalidad, cocina de alta proximidad. Mia y Litus aman el Mediterráneo por encima de todas las cosas, aquí se cocina al ritmo y con el cariño e ingredientes de nuestras abuelas, pero se está al quite de cualquier detalle que le añada un plus al asunto. Los amantes de la casquería, además, están de suerte. No hay detalle gráfico en este post, pero los callos con garbanzos de mi primera sesión, casi acaban con la incipiente amistad de los que estábamos a la mesa: peleamos hasta la última rebanada de pan por mojar en la salsa...
En esta ocasión (no hay como dejar que Mia te traiga lo que más le apetezca: ya os advierto, los precios siempre son muy convenientes y la cuenta nunca dará sorpresas desagradables; los vinos...a precio de bodega más dos euros por el servicio) tomamos una sopa fría de remolacha, aceite y tropezones de flor de sal, muy sabrosa. Una ensalada del huerto de la casa, con higos, queso de cabra y vinagreta en miel, que para sí hubiera soñado Odiseo tras su periplo. Espectacular el contraste de dulces, amargos y salados. Siguió un flan de puerros y gorgonzola, de gran impacto y remató el asunto, un filete ruso de pollo con berenjenas a la brasa, delicado y muy logrado. Y un extra: conejo en escabeche con un toque de Ras-el-Hanout, el Priorat y el Atlas a un tiro de piedra en tu plato, sublime combinación. Un yogurt hecho en casa con mermelada de albaricoque y una tarta de mascarpone nos pusieron a las puertas de una de las mejores "siestas" de mi vida: en la plaza de Catalunya de Porrera, charlando con un buen amigo, bajo un frondoso plátano y con la bondadosa audiencia atenta a las chorradas que proferían dos extraños en el pueblo.
Nota bene. Aunque hoy no sea el protagonista el vino, que quiero que la gente se concentre en las bondades de esta comida y del restaurante, de Litus y Mia, tengo que decir que la cosa estuvo muy bien acompañada por los vinos de las dos visitas del día: Terroir al Límit, por la mañana, con un Dits del Terra 2006 que estaba muy atractivo, relajado y amable. Y Clos Dominic por la tarde, con un Vinyes Baixes 2006, de una sedosidad y frescor que dejaron al conejo en posición de firmes. De lo que compré en la tienda de La Cooperativa y de sus precios, nada diré, que no quiero levantar liebres...
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